Por Megan y Juan
Antes de casarme, una amiga mía me aconsejó que
leyera Letters to a Young Bride by
Alice Von Hildebrand. Tengo que confesar que es un libro excelente, escrito
casi en el estilo de Cartas del Diablo a
su Sobrino. La premisa de la novela es que hay una mujer casada mayor que
escribe a una joven recién casada y la ayuda enfrentar las alegrías y desafíos
del primer año de matrimonio. Cuando le di gracias a mi amiga por su
recomendación después de leer el libro, me dijo que quería también leerlo de
nuevo, y antes de casarse, ella pensaba que las situaciones que se tratan en el
libro nunca la pasarían. Confieso que cuando lo leí, yo también pensaba que a
Juan y a mí tampoco nos tocaría estas pequeñas frustraciones y desafíos. Todos
dicen que el primer año de matrimonio es el más difícil, pero no para nosotros, ¿cierto? Estamos muy enamorados.
Somos muy amigos. ¿Cierto?
Pues, la semana pasada nos cambiamos de
departamento.
Después de una larga semana, tuvimos hasta
sábado por la tarde para dejar el departamento antiguo. La noche antes habíamos
estado en una reunión con nuestro grupo de matrimonios Schoenstatt hasta
bastante tarde. Cuando por fin regresamos a casa, le dije a Juan que pensaba
que podríamos mudarnos durante la mitad del día.
A pesar de mi optimismo inicial, a las cuatro
por la tarde día sábado, estaba seriamente considerando tomar un voto de
pobreza para no tener que intentar organizar ni una cosa más. Resulta que
mudarnos fue más difícil de lo que pensamos. No era que teníamos tantas cosas,
sino que no tuvimos cajas ni un auto así que todo tuvo que ser movido de un
departamento a otro en maletas o en uno de los carritos de compras que tienen
los edificios de departamentos. Para ser justa, el nuevo departamento queda
solo cuatro manzanas del original, pero igual fue un proyecto formidable.
Tuvimos que limpiar los dos departamentos y mover todo en una maleta o carrito
a la vez.
No creo que las diferencias entre las
personalidades organizacionales hayan sido más patentes que este día. Por eso
quiero decir que mi personalidad organizacional no existe. No soy una persona
organizada. Me gusta estar en un espacio organizado, pero soy funcional aunque
no esté organizada. Juan, por otro lado,
es muy organizado. No puede funcionar en un espacio desorganizado. Por ejemplo,
si va a cocinar, tiene que lavar los platos sucios primero, y no puede estudiar
a menos que todo esté en su lugar en su escritorio.
Con esto en consideración, y nuestro nivel de
estrés, lo consideré un logro que no tuvimos una pelea grande, aunque nos
frustramos mucho. Esta frustración me frustró a mí. Estuvimos mudándonos a
nuestro nuevo hogar. ¿No debería haber sido divertido y romántico?
Por la tarde nos dimos cuenta de que, y creo
que es sentido común, cuando los dos están muy estresados y hay mucha tensión,
a veces la mejor cosa que puedes hacer es dejar de hacer lo que hacen e ir por
un helado.
Y eso es lo que hicimos. Y hablamos de que tan
afortunados somos por tener nuestro pequeño departamento, y que tan afortunados
somos por tenernos el uno al otro.
Cuando regresamos al departamento, oramos y le
pedimos a Dios que nos ayudara disfrutar del proceso de mudarnos y empezamos de
nuevo a trabajar. Después de tomar un rato para tranquilizarnos y disfrutar de la
compañía del otro, nos divertimos mucho en las últimas fases de mudarnos, y
cuando tuvimos que devolver el carrito al fin del día, yo me senté en el
carrito mientras Juan me empujaba hasta el edificio, y fueron muy divertidas
las expresiones de los otros peatones en la acera.
Todavía no estamos completamente organizados (¿llegará
el momento en que sí?) pero en esto estamos. Todo el proceso de mudarnos nos
recuerda de lo que habíamos hablado en la reunión de Schoenstatt la noche
antes, y eso es que la vida espiritual, y el aprender vivir tu vocación, todo
es un proceso, un proceso de ser abierto a la voluntad de Dios día a día. Está
bien que nos tome tiempo mudarnos y está bien que nos tome tiempo ajustarnos a
los hábitos del otro, y está bien que a veces nos frustramos un poco. Es parte
de la aventura, de lo romántico, y parte del plan de Dios de hacernos uno en
mente, cuerpo, y espíritu.
Estoy segura que este año tendrá muchos
desafíos, amor, y risa, y espero que también tenga mucho helado.
Ahora puede ser el momento para releer ese
libro….
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