Cuando piensas en la Iglesia Latinoaméricana, una de las primeras cosas que probablemente llegue a la mente es la fuerte devoción a María, y por buena razón. María está en todas partes. En todas las iglesias hay una estatua en su honor, típicamente Nuestra Señora del Carmen, la devoción Mariana más popular en Chile, y canciones marianas son muy comunes durante las Misas. En algunas ocasiones he estado en iglesias que la incluyen en las respuestas a las peticiones diciendo “con María rogamos.” Además, dar un saludo a la Virgen en la forma de un Ave María u otra oración es una manera común de terminar la Misa.
Además de su presencia muy visible en la
iglesia, se ve mucho también en la sociedad. En muchas de las tiendas pequeñas
en Santiago, su imagen se puede ver en las ventanas, o en la pared detrás del
mesón. Uno de los parques más populares en Santiago, un cerro grande al norte
del centro de la cuidad tiene como su punto más alto un santuario dedicado a la
Inmaculada Concepción con una estatua enorme de María que es visible por
kilómetros en cada dirección. (Piensen
en una versión más pequeña y mariana de la estatua de Jesús de Rio de Janeiro).
De hecho, la puedo ver ahora mismo mientras escribo esto.
Si todo ello no es suficiente para demostrar la
influencia de María aquí, tanto religiosamente como culturalmente, hay también
el hecho de que una porción notable de la población femenina se llama María, y
no es extraño que muchas parejas nombran a varias o a todas sus hijas María. No
es sorprendente que tantas mujeres quieran ser llamadas por su segundo nombre.
Para mí, como estadounidense, esto fue un poco
extraño. En catolicismo estadounidense María tiene un rol en la Iglesia un poco
más periférico y mi propia espiritualidad era Cristo céntrica, casi a la
exclusión de María. Estudié teología en la universidad y por lo tanto conocía
la doctrina de la iglesia, pero mientras que sabía mucho de María, en realidad
no la conocía.
Así cuando Juan y yo empezamos a buscar una
comunidad católica con la cual involucrarnos, nunca pensé que terminaríamos
ingresando en un movimiento distintamente mariano como Schoenstatt. Pero, en lo
que yo creo era la respuesta a muchas oraciones, es precisamente allí donde nos
encontramos. Empezamos a asistir a Misa en el santuario de Schoenstatt hace
casi un año y el mes pasado tuvimos la oportunidad de asistir a algunas
sesiones de formación en el ramo matrimonial del movimiento, que consiste en
grupos de matrimonios católicos que comparten la espiritualidad mariana del
movimiento y que buscan tener matrimonios y familias felices y santos.
Para Juan, creo que la espiritualidad le llegó
más naturalmente. Él había crecido en una cultura mariana y su abuelo era muy
devoto de la Virgen del Carmen. Pero yo, a pesar de que me encanta la formación
que hemos recibido del movimiento, aun me sentí un poco incómoda con el aspecto
mariano hasta la reunión más reciente.
Durante la reunión, una de las hermanas explicó
la espiritualidad mariana de Schoenstatt. María, nos apuntó, a veces es muy
idealizada, lo cual la puede hacer sentir muy distante, aun en una cultura en
que es muy visible. Pero cuando hablamos de María, hablamos de una mujer humana
verdadera que dio un “sí” increíble a Dios y se volvió en la madre de la
segunda persona de la Trinidad, y mediante el regaló de Jesús en la cruz,
nuestra madre también. María es Madre.
Como madre, hizo todas las cosas que hacen las
mamás. Dio a luz a su hijo, lo cuidaba y lo amaba. Hizo un hogar en Nazaret y
cocino y limpio la casa y cuidaba su pequeño Jesús cuando estaba enfermo. En
todas las pequeñas tareas de la vida, sirvió a Dios en la manera más tangible
posible, pero su ejemplo nos muestra que cada cosa que hacemos puede ser y debe
ser en servicio a Dios. En otras palabras, María ni es distante ni inaccesible
sino el modelo para la vida cotidiana cristiana. Nuestra mamá.
Como dijo una mujer en nuestro grupo, cuando la
vida se vuelve compleja o difícil, ella dice una pequeña oración, diciendo
“Virgencita, en su vida seguramente te pasó algo parecido. Ayúdame a servir a Dios en esto
también.”
Así mientras sabía intelectualmente que María
es el modelo de ser un discípulo Cristiano, no empecé a realmente entender
hasta la semana pasada.
La mirada de María está siempre hacia su hijo.
No tenemos nada que temer con devoción a María. Ella solo nos lleva más cerca
de Jesús, y ganamos todo con su cuidado materno y ejemplo perfecto. Donde está Jesús,
allí esta María. Como dijo Papa Francisco humorosamente en su charla con miembros
de Schoenstatt en su aniversario 100 de fundación, o puedes aceptar a María
como tu madre, o si no será tu suegra. De todos modos, está allí y una devoción
autentica a Cristo está siempre enriquecida por amor para su madre.
Juan y yo sentimos muy bendecidos por haber
empezado nuestro camino con María en Schoenstatt desde el principio de nuestra
preparación para el matrimonio. Sabemos que el matrimonio será muy difícil a
veces y somos dos seres humanos muy imperfectos, pero rogamos que el ejemplo de
María nos inspire a ser esposos más generosos, buenos padres, y fieles
discípulos hasta el final.
¡Nos queda solo cinco semanas hasta el
matrimonio! María nuestra Madre, ruega por nosotros.
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