La
agresividad no es solo problema de hoy; diríamos que siempre se ha tenido
noticia de ella; un primer testimonio en la historia de la humanidad es el caso
de Caín contra su hermano Abel. Frecuentemente se llama la atención sobre la
agresividad de los jóvenes de hoy; preocupa la violencia familiar que no es
problema de hoy; ésta se revela hoy como el fenómeno del ‘iceberg’: montaña de
hielo sumergida en el mar cuya punta asoma en la superficie; así es la
violencia familiar: UNICEF ha denunciado este problema, como el ‘iceberg’, un
problema escondido por mucho tiempo a causa de que las mujeres violentadas no
denunciaban este vicio por diversas razones.
Esta
agresividad, que se manifiesta de múltiples formas en nuestra sociedad, hoy tiene
una nueva versión: el ‘matoneo’, llamado también ‘bullying’. Es un fenómeno
relativamente reciente: en Europa hizo su aparición a fines del siglo pasado y
comienzos del presente manifestándose en los centros educativos sobre todo. Los
gobiernos civiles han tomado cartas en este asunto saliendo al encuentro del
problema.
Queriendo
señalar la fuente de este problema, algunos autores coinciden en apuntar sobre
la misma familia, en particular sobre la conducta de los esposos y padres como
causa principal de la agresividad entre los niños. El viejo machismo de muchos
varones, el moderno feminismo de las mujeres siguen prolongando el conflicto de
la rivalidad de los sexos, La violencia de palabras o de acciones de uno contra
la otra parte causan heridas, traumas, frustraciones u odios en los hijos.
“Que
los niños tengan comportamientos agresivos es una forma de expresar su sentir
ante un entorno familiar poco afectivo, ausencia de padre o madre, divorcios no
amigables, violencia intrafamiliar, abuso o humillaciones ejercidas por
adultos”, escribe el informe PANDI publicado por Periodismo aliado de la
niñez, del desarrollo social y la investigación.
Los
niños trasladan la conducta buena o mala que observan en sus padres y la imitan
en la relación con sus hermanos(as) o con los compañeros del jardín o de la
escuela. Por qué extrañarse del vocabulario o del maltrato que se dan entre
hermanos si lo han aprendido de sus propios padres?. La familia es la primera
escuela para lo bueno o para lo malo, y los padres son los primeros maestros de
lo uno o de lo otro.
Pero
el ‘matoneo’ no se ha limitado a sola la escuela; hoy está apareciendo en los
ambientes ‘virtuales’; según los expertos que participaron en el estudio PANDI,
este tipo de acoso del que hay 191 reportes de menores de edad afectados en
este año, puede dañar más que el ‘matoneo presencial’, pues los agresores, que
son niños o adolescentes, no dimensionan el universo de los medios virtuales y
hacen cosas que no harían en la vida real. Las agresiones verbales son mucho
más fuertes de lo que se pueden dar en persona y lesionan mucho más la
autoestima de los niños.
Wilson
Chavarro G., en su libro El matoneo o bullying, sugiere a los padres
de familia algunas orientaciones para afrontar este problema: proporcionar un
ambiente de armonía y estabilidad en el que esposos e hijos se sientan amados y
en el que los padres expresen a sus hijos que los aman; aprender a escuchar (no
a oír) a sus hijos, garantizándoles un ambiente de acogida, comprensión y
ayuda; visitar el colegio de los niños, frecuentar los amigos que tienen y
demás conocidos que les puedan ayudar a comprender cada vez más la realidad que
ellos viven; evitar la violencia, pues los maltratos generan más violencia y
pueden llegar a a ser una ‘bomba de tiempo’ hasta en la misma casa; no
patrocinar ni aplaudir actuaciones agresivas de los hijos, al contrario,
corregirlos, pues así ellos sabrán que están obrando mal. Cuando la persona no
aprende a amar, difícilmente se curan las heridas del desamor; amar es el gran
antídoto para todos los males.
No hay comentarios:
Publicar un comentario