El
Evangelista Juan nos trae a la memoria aquella enseñanza que Jesús dio a los
Judíos en uno de esos encuentros típicos del Maestro: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre
es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y
yo en él” (Juan 6: 55-56). Es decir, el
verdadero alimento para estar saludable y espiritualmente bien, es a través de
la Eucaristía pero de manera participativa (comulgando); claro que si no lo
puede hacer, está a tiempo para que se inscriba ahora en su parroquia y comience una preparación o curso sacramental.
Frente
a este recuerdo del alimento espiritual que nos trae este pasaje bíblico del
evangelio Juan, valdría la pena que reflexionáramos sobre el alimento material,
aquello que cada fin de semana compramos en la tienda latina o anglo-americana
(arroz, carne, tacos, tortillas, queso, pizza, frutas, verduras, cerveza,
licor, salsas, chile, etc). A veces se nos olvida que comer mucho no es
sinónimo de comer bien; comer mucho no equivale a estar saludable; comprar
mucha comida no siempre va a beneficiar a la familia. Por eso, los invitamos
para que hoy nos hagamos esta pregunta y
compartamos la respuesta en el hogar: Te
alimentas de manera saludable?
Para
nadie es un secreto que las tasas de obesidad en niños y jóvenes en los Estados
Unidos es muy alta; la facilidad de comprar comida, cenar en un restaurante o
sin bajarse del carro, disfrutando de una hamburguesa o un hot dog, hace que estemos las 24 horas del día a
disposición del alimento. El problema de
todo esto es cuando no nos alimentamos de la manera más correcta; cuando
dejamos a un lado las frutas y las verduras; cuando exageramos y comemos en
abundancia; cuando no tenemos un control de nuestro organismo y comemos a todo
momento; cuando no balanceamos lo que comemos; cuando nos convertimos en esclavos
de la comida y no nos damos cuenta que nuestros hijos están aumentando de peso no proporcional a su
estatura y edad; o tal vez nosotros estamos aumentando de talla porque la ropa
que compré hace ocho días, hoy ya no me queda.
Padres,
no estamos en contra del comer, gracias a Dios nuestra cultura es rica en
variedad y sabor; el problema es que se nos olvida la importancia de alimentarnos
de manera nutritiva y saludable, de tal manera que nuestro organismo pueda
resistir jornadas intensas de trabajo físico, garantizar muchos más años en la
tierra y pocos pagos por chequeos médicos.
Recodemos que si lo hacemos, nuestros hijos lo imitarán y lo harán parte
de su estilo de vida.
Jesús nos recuerda hoy en este pasaje bíblico que el que come de
su pan vivirá para siempre. Familia, a partir de este momento tratemos de
balancear nuestra vida: comida espiritual
en la Eucaristía y comida nutritiva en la mesa del hogar.
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